10 de junio de 2012

Tárdate en cambiar de amigos

Me pide MarB que difunda su articulo sobre la amistad, sí tenéis amigos, pero no de los del facebook, sino de los otros, leerlo:

¡Ya no confío más! Me dijo con un profundo sentimiento por el silencio que le provocaba ese nudo en la garganta.
Hace algunos años conocí a una chica.  Juntas emprendimos el viaje de la vida al cual le llamamos “crecer”, tanto en lo personal como en lo profesional. La vida me dio la oportunidad de conocerla, de aprender, de reír, de festejar triunfos, de soportar fracasos e incluso de compartir tristezas. Con el tiempo aprendí a quererla, a aceptar el por que las cosas suceden de alguna forma y no como deseamos o simplemente el cómo las personas llegan a tu vida y se convierten en seres importantes. Hace algunos  días discutimos, dijimos tantas cosas y otras las callamos.  Me siento traicionada, mal conmigo misma. En sus ojos solo veía una pregunta: ¿Que hice mal?
Caminando rumbo a mi casa después de un largo día, me encontré con ella. Estaba sentada en una jardinera con la mirada perdida y algunas lágrimas que brotaban de sus ojos, pero con una seriedad que pocas veces he visto en mi vida. Me acerque y le pregunte  ¿puedo ayudarte? Pero algo me decía que  por su cabeza solo pasaban preguntas y preguntas, las cuales yo desconocía y más aun no sabía si yo podía darles una respuesta.
– Su voz que se cortaba a cada palabra. Solo logró decir: – ¿Por qué la amistad suele ser tan complicada? ¿Por qué confiamos y nos fallan de esta forma?  ¿Por qué? ¿Realmente vale la pena continuar con algo que ya se rompió?
– Tantas preguntas y tan pocas respuestas – pensé.
– Solo puedo decirte que este tipo de cosas, son realidades que nos toca vivir y créemelo, a todos. Pues somos seres incompletos, necesitados de los demás, de su reconocimiento, de su cariño y de su amor. Necesitamos una sonrisa, un gesto cariñoso, un abrazo para poder seguir. Un abrazo nos puede descontracturar más que una consulta con el fisioterapeuta, nos puede consolar más que mil palabras. Y, sin embargo, nos ponemos centenares de limitaciones. Estas limitaciones pueden ser prejuicios, cuestiones culturales y hasta algún trauma. En fin estas cosas nos hacen que seamos afectivamente inmaduros, nos dejan incompletos, nos hacen sufrir nuestra soledad, y alcanzar la madurez afectiva es tarea de todos los días. No está escrito que todas las amistades tengan que durar y tampoco el que tengan que terminar por los  conflictos que se presenten. Tenemos que poner lo mejor de nosotros para solucionar los problemas que hay en una amistad. Todo depende del saber perdonar y olvidar.
Le pedí levantará su mano y escribiera en el aire : “Hoy, me hicieron daño”.  Y que cuando llegara a su casa buscará una pared y en esa pared colocará una hoja de papel, donde escribiría todo lo bueno que su amiga ha hecho por ella:
“Hoy, me hizo feliz”, “Hoy reí con ella”, “Hoy ella hizo algo bueno por mi”
Intrigada, la joven me  preguntó: ¿Porque  cuando me lastimen debo escribirlo en el aire y cuando hagan algo bueno por mi, debo hacerlo en una hoja?
Mirando hacia el cielo, le contesté: “Mira, cuando un amigo nos ofende debemos escribirlo en el aire, donde el viento del olvido y el perdón se encarguen de borrarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso debemos agradecerlo y  grabarlo en nuestra memoria, en algún lugar donde sea imposible de borrarse, donde el viento no pueda llevárselo y quede presente en el corazón”.
Las relaciones humanas no son perfectas y las personas tampoco, pues tienen derecho a equivocarse y recibir segundas oportunidades. No somos nadie para juzgar por que no estamos libres de no equivocarnos. Pero eso si,  debemos tener claro que la honestidad y la lealtad son valores que no debemos perder nunca.
Bien decía Benjamín Franklin “Tómate tu tiempo en escoger a un amigo, pero se más lento en cambiarlo.” Se lo dije mientras tomaba mis cosas y me iba de aquel lugar.
Hoy, no se si habrá tomado mi consejo, o si de algo le habrán servido mis palabras, pero de lo que estoy segura  es que hay comienzos disfrazados de finales.

de: MarB

6 de junio de 2012

El orgasmo que viene

Cuando hablamos de orgasmo femenino nos referimos a algo muy subjetivo debido a la enorme diferencia que sienten al experimentarlo una mujer de otra. Mucho más parecido es el caso masculino, donde el aumento en la presión sanguínea, el aumento en el ritmo cardíaco, la erección del pene y la eyaculación son pruebas indiscutibles del grado de excitación y del clímax sexual; Sin embargo, las pruebas de dicha excitación en el caso femenino son mucho más sutiles y menos notorias a simple vista; empero, existen reacciones en el cuerpo femenino que de conocerlas y, hasta cierto modo, aprovecharlas, puede beneficiarnos para sacar el máximo provecho a nuestras experiencias sexuales y hacer de ellas algo inolvidable.

El cuerpo femenino durante la excitación experimenta una aumento del ritmo cardíaco y alcanza hasta las 130 pulsaciones por minuto durante el coito. La respiración se va haciendo más profunda a medida que avanza el grado de excitación, en el momento del orgasmo se inspira y se exhala aire hasta 60 veces por minuto. Los labios se hinchan, se enrojecen y humedecen. Las pupilas de los ojos se dilatan. Las ventanas nasales suelen dilatarse durante la excitación y el clímax. Los pechos crecen de tamaño, se hacen más firmes, redondos y protuberantes. La areola se hincha y toma un color más vivo, lo cual hace que sean más sensibles a las estimulaciones de tu pareja. El pezón se vuelve firme y aumenta su longitud hasta 1 centímetro. La piel se vuelve una bomba al cargarse de electricidad, por tal motivo se hace más sensible a las caricias eróticas. Y en el clítoris los labios internos y externos triplican su tamaño y adquieren un tono rojo intenso. El clítoris se pone erecto, la estimulación sexual hace que la vagina se lubrique, sus dos tercios superiores se hinchan en una especie de erección interna que empuja el útero hacia arriba y hacia atrás.

Ahora que sabemos que en el cuerpo femenino también existen respuestas similares a las experimentadas por los hombres, podemos aprovechar todas las ventajas que se obtienen con cada una de ellas. Pero recordando que lo más importante para lograr una satisfacción mutua es saber crear previamente un hábil juego erótico, un juego dominado por el deseo y deseado por el cuerpo que todavía no hemos alcanzado; un placer que corra y recorra nuestra piel, antes de ser acariciada y vesada, un éxtasis imaginado por la mente y que los cuerpos, ya desnudos piden a gritos, es entonces, cuando los amantes han de fundirse en ese ímpetu salvaje que convierte a la pareja en una fuente inagotable de placer. 
Este artículo ha sido elaborado con fuentes secundarias y realizado el mismo día que me examiné de Antropología de la sexualidad.