6 de junio de 2012

El orgasmo que viene

Cuando hablamos de orgasmo femenino nos referimos a algo muy subjetivo debido a la enorme diferencia que sienten al experimentarlo una mujer de otra. Mucho más parecido es el caso masculino, donde el aumento en la presión sanguínea, el aumento en el ritmo cardíaco, la erección del pene y la eyaculación son pruebas indiscutibles del grado de excitación y del clímax sexual; Sin embargo, las pruebas de dicha excitación en el caso femenino son mucho más sutiles y menos notorias a simple vista; empero, existen reacciones en el cuerpo femenino que de conocerlas y, hasta cierto modo, aprovecharlas, puede beneficiarnos para sacar el máximo provecho a nuestras experiencias sexuales y hacer de ellas algo inolvidable.

El cuerpo femenino durante la excitación experimenta una aumento del ritmo cardíaco y alcanza hasta las 130 pulsaciones por minuto durante el coito. La respiración se va haciendo más profunda a medida que avanza el grado de excitación, en el momento del orgasmo se inspira y se exhala aire hasta 60 veces por minuto. Los labios se hinchan, se enrojecen y humedecen. Las pupilas de los ojos se dilatan. Las ventanas nasales suelen dilatarse durante la excitación y el clímax. Los pechos crecen de tamaño, se hacen más firmes, redondos y protuberantes. La areola se hincha y toma un color más vivo, lo cual hace que sean más sensibles a las estimulaciones de tu pareja. El pezón se vuelve firme y aumenta su longitud hasta 1 centímetro. La piel se vuelve una bomba al cargarse de electricidad, por tal motivo se hace más sensible a las caricias eróticas. Y en el clítoris los labios internos y externos triplican su tamaño y adquieren un tono rojo intenso. El clítoris se pone erecto, la estimulación sexual hace que la vagina se lubrique, sus dos tercios superiores se hinchan en una especie de erección interna que empuja el útero hacia arriba y hacia atrás.

Ahora que sabemos que en el cuerpo femenino también existen respuestas similares a las experimentadas por los hombres, podemos aprovechar todas las ventajas que se obtienen con cada una de ellas. Pero recordando que lo más importante para lograr una satisfacción mutua es saber crear previamente un hábil juego erótico, un juego dominado por el deseo y deseado por el cuerpo que todavía no hemos alcanzado; un placer que corra y recorra nuestra piel, antes de ser acariciada y vesada, un éxtasis imaginado por la mente y que los cuerpos, ya desnudos piden a gritos, es entonces, cuando los amantes han de fundirse en ese ímpetu salvaje que convierte a la pareja en una fuente inagotable de placer. 
Este artículo ha sido elaborado con fuentes secundarias y realizado el mismo día que me examiné de Antropología de la sexualidad.

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