19 de octubre de 2011

Alma de Cántaro

Cuenta mi abuelo que su vecino,  compró un burro más gandul de lo común, entre los muchos burros que en el pueblo habían, era más raro que un gitano sin primos, no paraba de dar pares de cozes, sus rebuznos asustaban a los zagales, comía más que una lima y no había huevos a acercarse a este burro sin acordarse del amo, por tener un burro tan mal empleao. Un día, a primeros del mes de Octubre, el ama del burro, viendo acercarse el frío y apeteciéndole bañarse con aguas calenticas, le pidió al amo, que puesto que tantas pesahombres les ocasionaba el dichoso burro, lo vendiera para comprar leña y calentar el agua de los baños.

El amo del burro, sin tener ningún conocimiento de compraventa y transacciones de animales, se fue a la plaza del pueblo y anunció a bombo y platillo, que ponía a la venta su burro, dando pelos y señales de todos los gastos que el burro ocasionaba, y que, según el amo, eran necesarios más de cuarenta mil reales para mantener al burro, aquello salió en toda la prensa y corrió como la pólvora, de boca en boca, fue la risión en toda la región, la venta de un burro que ocasiona perdidas, el hombre no pudo vender al burro, y tubo que volver a su casa con el rabo entre las patas y el burro del ramal.

El invierno se hizo largo, el agua estaba cada día más fría, el baño se había hecho  imposible, mientras, el burro comiendo en la cuadra, gastando cebá sin producir, cada día más gastos y cada día más gandul, como estaba encerrao el burro se hizo más inútil y las aguaeras terminaron por ser inservibles. Cuenta mi abuelo que a los burros hay que enseñarlos desde pequeñicos, hacerlos rentables para la economía familiar, que gasten menos de lo que producen y que trabajen, que trabajen mas y se paseen menos y si no sabes hacerlo y quieres venderlo, dice mi abuelo, que por lo menos, digas que el burro es guapo, alma de cántaro.


Ildefonso Jiménez.

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