8 de diciembre de 2010

Los tristes no ganan elecciones

Porque estoy seguro que el pesimismo y la negatividad se contagian, quiero compartir con vosotros un fragmento del artículo "Los tristes no ganan elecciones" publicado por  Antoni Gutiérrez-Rubí en su libro Micropolítica.

Estoy convencido de que los tristes no ganan elecciones. Ni son capaces de liderar emociones positivas (sin la cuales no hay proyectos, ni comunidad, ni esperanza). Tampoco la tristeza puede seducir ni infundir ánimos colectivos. Los que creen que es posible un proyecto político transformador y progresista desde la cultura de lo pésimo, de lo trágico, de lo serio… no se dan cuenta de que el concepto “cuanto peor, mejor” es el núcleo psicológico y cultural de los pensamientos autoritarios, que ceban el desánimo y la desazón, para canalizarla como rabia agresiva y amenazante.

La tristeza se da la mano con el aburrimiento, la fatalidad, el nihilismo. No comunica esperanza. No propongo la trivialidad, en absoluto. Tampoco reivindico la superficialidad de la sonrisa hueca, del gesto artificial, de la pose previsible de gesto acartonado. Reclamo una renovada mirada política y comunicativa a lo lúdico y festivo como la conexión emocional y ambiental de las fuerzas del cambio y del progreso.

Su vinculación con el ánimo y la inteligencia ya están fuera de toda duda científica y sociológica. Aún se resiste una parte de la política formal, que ve su ceño fruncido amenazado por la sonrisa contagiosa de una política más desinhibida, fresca y dinámica. En muchos casos, representada por la creciente feminización de la política.

La política que gana (convence y seduce) contagia ilusión. Y el ánimo es energía movilizadora. Los retos y problemas del mundo (con la crisis económica-financiera, medioambiental y política) que dejan a millones de personas en la precariedad, la miseria o en el umbral de la muerte es algo muy, muy serio. Ciertamente. Pero lo enorme (por abrumador y devastador que parezca) debe ser combatido con inteligencia y determinación. Para ello, necesitamos sumar muchas voluntades y alianzas para una gobernabilidad progresista y sostenible del planeta. Mejor será que lo hagamos con ilusión cautivadora… o nuestra tristeza emocional, combinada con nuestro aburrimiento intelectual nos alejará –definitivamente- de la fuerza emergente que quiere cambiar el mundo”.

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